con su inmenso peso,
abro mi mano
y el tiempo se escapa
en espirales de rostros olvidados.
Sangran amaneceres en mis ojos
como el roció buscando nido en su noche;
La garganta seca como un camino olvidado,
Y los labios encendidos del fuego del silencio.
Se cierra el horizonte en el parpado
se repiten los pasos en su contorno;
y siento la noche nacer en mi pecho inmóvil
como un laberinto de sangre y lagrima
formado en una danza de pequeñas muertes.
Respiro en serenidad de la lluvia
que me cubre en su lamento húmedo
estos ropajes apestan a hipocresía
y estos huesos anhelan desnudarse
en estos bosques como un aullido.
Y escucho tu arrullo desde fondo de la tierra,
humeda melancolia que que aviva mi carne
en este eterno espejismo que es para mi tu ausencia.
donde regreso al embrion y la paz de tu precencia
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